Por Redacción Desconcertada

El presidente Javier Milei volvió a demostrar que si hay algo que no conoce son los lugares incómodos… o mejor dicho, que no le importa en lo más mínimo estar en uno. Esta vez, su gira evangelizadora lo llevó hasta un auditorio cristiano en la provincia de Chaco, donde, ante una multitud de fieles que esperaban palabras de consuelo, fe y esperanza, les regaló su habitual sermón: una homilía libertaria sobre lo perverso de la justicia social.

Milei predicó en Chaco: “La justicia social es un robo”, dijo frente a quienes pagan el diezmo con fe y sin recibo

“Es como pedir caridad con una pistola en la cabeza”, lanzó el mandatario con el tono místico de un predicador en trance, mientras en la primera fila algunos fieles se miraban como diciendo: “¿Este no era el que venía a hablar de Dios?”

La escena fue digna de un episodio crossover entre “La Biblia y el Calefón”. Un auditorio evangélico, acostumbrado a diezmar con obediencia bíblica y sin que nadie les apunte con un arma, se encontró con un presidente que, sin pelos en la lengua ni freno de mano ideológico, comparó la solidaridad institucional con un acto delictivo.

Uno de los presentes, visiblemente confundido, comentó:
—“Yo vine a escuchar sobre el amor al prójimo, y terminé en una clase acelerada de anarco-capitalismo. ¿Esto vale como misa?”

Otro, con la Biblia bajo el brazo y la cabeza llena de dudas existenciales, confesó:
—“Cuando habló de que dar es un robo, por un momento pensé que se estaba quejando del diezmo… pero no, era del Estado”.

Como si se tratara de una prédica inversa, Milei descendió del púlpito con su habitual verborragia apocalíptica, repartiendo anatemas contra el socialismo, el colectivismo y hasta el concepto de comunidad. Algunos fieles intentaron acompañarlo con un tímido “¡Amén!”, aunque no sabían bien si lo decían por costumbre o por reflejo condicionado.

Al salir del recinto, un grupo de creyentes organizó una oración urgente para pedir claridad espiritual y entender si Jesús multiplicó los panes o si en realidad fue víctima de una distorsión keynesiana.

Mientras tanto, desde el gobierno difundieron con entusiasmo que “la visita fue un éxito y Milei logró conmover a todos”. Y es verdad: conmover, conmovió. Algunos lloraban de risa, otros de angustia, y varios sólo pedían por favor que les devolvieran los cuarenta minutos que estuvieron esperando una parábola… y recibieron un monólogo económico en estado de gracia libertaria.